Esta palloza, como leímos en la entrada anterior, está restaurada para convertirla en un bar con encanto en el que podemos sentir cómo vivían los antiguos habitantes de esta peculiar zona gracias a la enorme "lareira" que tienen dentro y de paso calentarnos un "poquito" a lado del fuego mientras nos tomamos un delicioso café "de pota" hecho como la palabra dice en una pota u olla, al modo tradicional. Sin embargo, lo que más atención merece y como también comentamos en la anterior entrada, son las innumerables obras de maderas de Domingo, el artesano local por excelencia. Se llama Domingo a secas porque como nos han comentado sus vecinos, "el apellidos hace muchas lunas que se le extravió entre el serrín y la viruta de su caótico, abarrotado y sorprendente taller" o más bien deberíamos decir joyería o bosque encantado.El apellido de Domingo es su pueblo, Cantejeira o Canteixaira, depende de lo aferrado al terruño que esté quien lo pronuncie. Se le conoce así, tal vez para distinguirlo de otros domingos en una región de montaña donde el arte tiene genios en plural. Escultor en madera principalmente, vacía la madera y encuentra en ella personajes variopintos que Domingo se encarga de descubrir. Agazapados, esperando en el castaño, en el tejo, en la garrocha se esconden seres silenciosos que por encima del tiempo nos hablan del trabajo y la vida, de la dureza y la alegría de vivir. En ese marco, naturaleza y hombre se dan la mano formando una única realidad global, pero que a la vez integrados elementos que están condenados a convivir estrechamente, piel con piel como el árbol contiene caroco.
En su pueblos, Canteixeira, Domingo trabaja y crea; de sus manos nacen atormentados sueños, poesía retorcida y misteriosa que constantemente ruge en los bosques. Por todo ello, sería un delito no visitar tanto las pallozas de la zona como la propia exposición de sus obras en La Casa de las Gentes de Balboa, edificio que actúa como el centro cívico social del ayuntamiento.
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